MENSAJE PARA LA CUARESMA DE NUESTRO SEÑOR OBISPO

“Está Escrito: El hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt, 4,4)

Queridos hermanos y hermanas:

El Señor nos regala un nuevo Tiempo de Gracia para reencauzar nuestras vidas hacia Cristo. Un nuevo ciclo cuaresmal se abre ante nuestra existencia, y es una gran oportunidad que no debemos dejar pasar de largo, que debemos aprovechar para sacarle muchos frutos, frutos de verdadera conversión a Dios. Las palabras de Jesús, puestas como epígrafe, nos recuerdan que no sólo de bienes materiales se vive, sino de “toda palabra que sale de la boca de Dios”. Dios nos ha hablado de muchas maneras: primero por los profetas, pero ahora nos ha hablado por medio de su Hijo, el Verbo de Dios, la Palabra de Dios hecha carne, es decir, por medio de Jesucristo. En la Transfiguración del monte Tabor se oye la voz del Padre que dice: “éste es mi Hijo muy amado, escúchenlo”[1]. Y el versículo antes del Evangelio de la Misa de cenizas nos recuerda al Salmo: “No endurezcan su corazón, sino escuchen la voz del Señor”[2]. Nuestro verdadero alimento es obedecer la voz del Hijo amado, como el obedeció siempre la voz del Padre.

Este año los invito, de un modo particular, a vivir un renovado encuentro con Jesucristo por medio de su Palabra. El Documento de Aparecida nos recuerda que uno de los lugares del encuentro real con Jesucristo se da en la Sagrada Escritura, leída en la Iglesia. Y que desconocer la Escritura, que es Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo, es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo, pues la Escritura junto con la Tradición es fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora[3]. El Tiempo de Cuaresma es el tiempo de conversión por excelencia, y la Palabra de Dios, que es don del Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, es camino de auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad[4]

En este tiempo de Cuaresma estamos llamados a imitar a Jesucristo que “actúa y vive de la Palabra de Dios, no según sus propios programas y deseos. Su exigencia se funda en la obediencia a los mandatos del Padre. Sus pasos son un caminar por la senda de la Palabra de Dios”.[5] Por eso es tiempo de rectificar el rumbo de nuestra vida, es tiempo de poner nuestros pasos en la senda de la Palabra de Dios, en particular siguiendo los textos Bíblicos que la Iglesia nos propone para este tiempo Litúrgico.

Una lectura y meditación sincera y auténtica de la Palabra nos lleva sin duda a purificar nuestras relaciones: con las cosas, con nosotros mismos, con el prójimo y con Dios. La vida del ser humano es una vida relacional, y es allí donde debemos trabajar, para que, dejando penetrar la Palabra eficaz en nuestra mente y corazón, Ella obre por medio del Espíritu Santo nuestra conversión. Y en obediencia a esa misma Palabra serán instrumentos ineludibles dedicar más tiempo a la lectura orante de la Biblia, a practicar el ayuno corporal y a manifestar la veracidad de las mismas en las obras de caridad hacia el prójimo. Estas últimas son el comprobante de la autenticidad del ayuno y la oración; de nada nos valdrían las privaciones materiales y un tiempo más prolongado de oración si no se tradujeran en obras de amor sincero a nuestro prójimo.

Ciertamente que un camino vivido de ese modo nos llevará a ser cada día más y mejores discípulos y misioneros en el hoy de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia.

Hermanos, que la Santísima Virgen, la criatura más dócil y obediente a la Palabra de Dios, interceda por todos nosotros, para que en esta Cuaresma digamos como ella que Sí, a la Palabra de Dios, y se cumpla en nuestras vidas lo que la misma nos dice.

Les deseo a todos ustedes una intensa y fructuosa Cuaresma que los lleve a celebrar, con los panes ácimos de la pureza y de la verdad, una Santa y Feliz Pascua de Resurrección.

Con mi bendición pastoral.

Mons. Eduardo E. Martín

Obispo Diocesano

[1] Mc 9,7

[2] Sal 94, 8a.7d

[3] CF Aparecida 246

[4] CF Aparecida 248

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